La primavera lo cambia todo: los días se alargan, las temperaturas suben y el cuerpo empieza a pedir más kilómetros. Pero, ¿sabías que tu entrenamiento también debería adaptarse? Correr en primavera tiene sus ventajas, pero también sus retos. En este post te contamos cómo ajustar tu rutina para sacarle el máximo partido a esta estación y evitar errores típicos de la transición invierno-primavera.
Con más horas de sol, tienes más libertad para entrenar al aire libre. Aprovecha las mañanas frescas o las tardes templadas, pero no olvides protegerte del sol. Aunque no haga calor extremo, la radiación ultravioleta ya es más alta. Usa gorra, gafas de sol y protector solar, sobre todo si vas a correr más de 30 minutos.
En primavera es común cometer el error de salir a correr demasiado abrigado.… y acabar cocido a los 10 minutos.
Opta por ropa ligera, transpirable y técnica. En esta época, camisetas de manga corta y calcetines técnicos que eviten el sudor excesivo son tus mejores aliados. Si además tienen un diseño divertido, mejor aún: correr con estilo también motiva 😉
Y no olvides los manguitos de running, ese complemento tan práctico como versátil. Son perfectos para esos primeros minutos en los que aún hace fresco, y puedes quitártelos fácilmente cuando entres en calor. ¡Una solución cómoda y ligera que marca la diferencia!
La primavera suele traer una subida de motivación brutal. Muchos corredores aumentan ritmo y volumen demasiado rápido tras un invierno de parón o entrenos más suaves. Ve poco a poco: si vienes de descansar o de reducir carga, tómate al menos dos semanas de adaptación antes de meter intensidad.
Uno de los errores más comunes es no hidratarse lo suficiente. Como aún no hace calor intenso, no sentimos tanta necesidad de beber. Pero ya sudamos más, y si sales a correr cuando el sol aprieta, puedes deshidratarte sin darte cuenta. Lleva agua y sales en tiradas largas y bebe antes y después del entreno.
Una estrategia muy útil de cara al verano, es dedicar días puntuales a hacer sesiones de entrenamiento en las horas centrales del día, donde el sol aprieta con más fuerza. A principios de la primavera el calor no es todavía muy intenso, y esto nos permitirá adaptar nuestro cuerpo poco a poco a las altas temperaturas. Este tipo de entrenamientos (siempre realizados con precaución y buena hidratación) ayudan a mejorar la tolerancia al calor.
A medida que nos vayamos acercando a los meses más cálidos, iremos haciendo el proceso inverso: evitaremos progresivamente las horas centrales del día y optaremos por entrenar a primera hora de la mañana o al atardecer, cuando las temperaturas sean más suaves y seguras.
La primavera es sinónimo de nuevos comienzos. De volver a disfrutar del aire libre, de sumar kilómetros con otra energía. Si la aprovechas bien, puede ser la estación en la que tu running dé un gran salto.
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